jueves, 28 de abril de 2011

Fútbol obrero

El 18 de abril la ciudad de Neuquén amaneció convulsionada. Después de mucho tiempo, los 470 trabajadores de la fábrica recuperada Zanón coparon la vera de la ruta 7 para hacer oír sus reclamos. El mismo se produjo porque a pesar que fue votado en la Legislatura en agosto de 2009, el trámite que otorga la expropiación y su traspaso a manos de la Cooperativa FASINPAT (Fábrica sin Patrones), nunca fue concretado. Con el objetivo de lograr su propósito los trabajadores autogestionados interpelaron al gobierno de Jorge Sapag a efectuar el pago de 22 millones de pesos con fondos del presupuesto provincial a los acreedores privilegiados (entre ellos, el Banco Mundial) y el traspaso definitivo de activos y propiedad de la empresa a los trabajadores que la mantienen produciendo.
La recuperación de la fábrica de cerámicos Zanón por parte de los trabajadores es un emblema de la lucha obrera argentina. En una disputa constante contra los intereses que van de la mano del poder concentrado, los trabajadores de Zanón conformaron, con una gestión obrera modelo, la mayor fábrica recuperada del país. Desde que está en sus manos la fábrica creó empleo, conquistó el mercado y logró comprometer a toda una comunidad en su defensa ante las continuas amenazas de desalojo.
El recorrido histórico de la recuperación de la fábrica que comenzó en 2001 permite trazar el paralelismo entre dos elementos que resultaron fundamentales para la organización de una lucha que dio sus frutos: el movimiento obrero y el fútbol.
Fue en 1979, en plena dictadura militar y con José Martínez de Hoz comandando el Ministerio de Economía, cuando en el Parque Industrial de Neuquén favorecido por un régimen de promoción industrial, el empresario Luis Zanón comenzó con la actividad.
La expansión económica se produce en 1993 gracias al crédito “blando” estatal destinado por la presidencia de Carlos Menem que posibilitó inaugurar la sección de porcelanato que convirtió a la empresa de Zanón en la más grande de Latinoamérica. Con la ayuda del brazo político neoliberal la fábrica alcanzaría abrumadoras dimensiones.
Mientras Zanón no cesaba de dar ganancias sus dueños generaron un conflicto desmesurado para echar obreros, reconvertir la planta y aumentar aún más la rentabilidad. Con participación de capitales extranjeros aplicaron rebajas salariales y despidieron a cien operarios.
El conflicto se transformó en huelga. Los trabajadores instalaron carpas fuera de Zanón y comenzaron a hacer piquetes, marchas y actos. Como contrapartida Zanón recibía préstamos de la provincia para ir pagando los sueldos, pero se quedaba con el dinero y no pagaba. En tanto, los medios publicaban la noticia de la participación del empresario en cenas de beneficencia en Buenos Aires junto a Domingo Cavallo, Amalia Fortabat, Franco Macri y gerentes de las empresas privatizadas que pagaban 10 mil dólares el cubierto para paliar el problema de la pobreza.
En el año 2000 la situación interna se fue agravando, se atrasó el pago de sueldos, y en junio murió en la fábrica Daniel Ferrás de un paro cardiorrespiratorio. En ese momento los trabajadores descubrieron que la sala primeros auxilios era una fachada porque hasta el tubo de oxigeno estaba vacío.
Los trabajadores empezaron a organizarse y encontraron en el fútbol uno de los métodos más eficaces para realizar las asambleas. “Se nos ocurrió armar un campeonato de fútbol afuera de la fábrica. Hay catorce sectores, cada uno con su equipo, que elegía un delegado para ir a los sorteos. Ahí aprovechábamos para conservar”, contó Carlos Acuña en el libro Sin Patrón editado por el colectivo La Vaca.
El mecanismo clandestino funcionó como método de organización y comunicación interno. Por ejemplo, la empresa hablaba de crisis, pero en los sorteos del campeonato se acumulaban datos y sacaban cuentas ¿Qué crisis, si salen 20 camiones por día, tienen el 25 por ciento del mercado interno y exportan a no sé cuántos países? ¿Qué crisis, si les dan ventajas impositivas en la provincia, préstamos y todas las ventajas imaginables porque Zanón, además, estaba en la sombra del gobernador Jorge Sobisch?, era las preguntas frecuentes que surgían al costado de la cancha fe fútbol que se utilizaba para realizar las asambleas.
“Siempre estábamos con el tema del fútbol, hasta habíamos pensando fundar un club que se llamase El Obrero o Ceramistas Obreros, pero el vértigo de los acontecimientos nos llevó a dejar para más adelante el proyecto”, le dijo Raúl Godoy, referente de los trabajadores de Zanón, a la revista Un Caño.
Y agregó: “Después de los partidos conversábamos. Estábamos despedidos, la empresa quería quedarse sólo con unos obreros y empezamos a discutir, en la canchita, que íbamos hacer. La propuesta de la toma fue ganando voluntades. Teníamos que entrar y recuperar la fábrica”.
El 31 de octubre de 2001 se produjo la primera noticia favorable para los ceramistas cuando la jueza María Rivero de Taiana falló contra la empresa y ordenó el embargo del 40 por ciento del stock para pagar los sueldos atrasados. Los primeros meses del conflicto habían sobrevivido con el aporte de la comunidad neuquina al fondo de huelga, y la solidaridad recibida de todo el país. La banda de rock Bersuit Vergarabat convocó a unos 4000 jóvenes neuquinos en apoyo a la lucha de los ceramistas que mantienen una activa relación con los movimientos piqueteros, las asambleas barriales, la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA) y el Movimiento de Trabajadores Desocupados de Neuquén (MTD). En el proceso de lucha cortaron rutas y puentes, fueron reprimidos, golpeados y encarcelados.
Los trabajadores recibieron apoyo de la comunidad. Las escuelas, los clubes, los vecinos y hasta los presos de la unidad carcelaria les mandaban raciones de comida. Fue en marzo de 2002 cuando pusieron en marcha las máquinas y la planta quedó bajo control obrero.
Hoy, cuando los trabajadores volvieron a copar las rutas para exclamar su lucha es importante rescatar las palabras que escribió el periodista Pablo Llonto en la revista Un Caño: “Ya son 470 en la fábrica. Cada año se suman operarios. Todo se resuelve por Asambleas. Impulsan la ayuda con mano de obra y materiales para la construcción de clínicas y casas para familias necesitadas, empacan donaciones de cerámica para centros culturales y comunitarios, juntan fondos para huelgas obreras y, ante la crisis, recortaron costos, nunca personal. Y para temblor de los “gordos”, la última escena es apabullante: todos los dirigentes sindicales, luego de cumplido un mandato al frente del gremio, deben retornar a la fábrica para trabajar a la par de los demás compañeros, en la línea de producción. Por aquí ha pasado, sin dudas, el fantasma de Agustín Tosco”.

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