El 2011 arrancó convulsionado en la región del Magreb por las manifestaciones de miles de personas en contra de los líderes autoritarios que gobiernan a sus países desde hace décadas en la parte occidental del mundo árabe. El primero en caer, presionado por multitudinarias protestas, fue Ben Alí quien después de 23 años al frente de un gobierno autoritario renunció a la presidencia de Túnez. La misma situación ocurre en Libia donde miles de rebeldes desfilan por las principales ciudades aclamando la renuncia de Muammar Gadafi que maneja los destinos del país del norte africano desde 1969.
Desde hace 42 años Gadafi maneja arbitrariamente los destinos de Libia, primero estableciendo un estado independiente, antiimperialista y rebelde para luego, en pleno auge del neoliberalismo, olvidarse del título honorífico de "Líder de la Revolución" y empezar a ser un aliado estratégico de las naciones occidentales, las mismas que hoy condenan la dictadura libia y hablan de democracia. Además del ingreso de las grandes compañías petroleras en el país africano, EEUU utilizó al líder libio para promover en su región la llamada “guerra antiterrorista” mientras que la Unión Europea aprovechó la complicidad de Gadafi para implementar su cruenta política migratoria (NdR: según el periodista italiano Gabriele del Grande, desde el año 2005, los muertos frente a las costas de Libia serían al menos 1.500).
La rebelión desatada en esa parte del mundo permite conocer diferentes aspectos del clan Gadafi (cinco de sus siete hijos ocupan puestos claves en el gobierno libio) que desde hace cuatro décadas gobiernan Libia. La revuelta también posibilita observar cómo han utilizado al fútbol, un escenario enorme para todos los procesos sociales.
A pesar de tener un importante arraigo con el fútbol, Libia no es una potencia futbolística y es el único país del norte de África que nunca se ha clasificado para una fase final de un Mundial de fútbol. El máximo logro de la selección nacional es un lejano subcampeonato en la Copa de África de Naciones en 1982, cuando fueron anfitriones de esa cita, algo que se repetirá en 2014 (NdR: los jóvenes libios fanáticos del fútbol utilizaron la imagen de Lionel Messi para apoyar la rebelión contra el líder manifestando que el jugador de Barcelona cuenta la verdad sobre lo que está sucediendo en el país árabe.)
La liga libia es dominada por dos equipos de la capital Trípoli, Al Itihad y Al Ahly, que se han apoderado entre ambos de 25 de los 41 campeonatos disputados hasta el momento. En Bengasi, la segunda ciudad libia, los principales equipos son Al Ahly (4 títulos nacionales) y Al Nasr (uno).
Como dato curioso cabe señalar que el estadio del Al Ahly de Bengasi lleva el nombre del presidente venezolano Hugo Chávez. El estadio, situado en Benina, un pueblo 19 km al este de la ciudad, fue inaugurado en marzo en 2009 y tiene capacidad para 11.000 espectadores. Fue bautizado con el nombre de Chávez en "reconocimiento a su programa revolucionario en Venezuela y a su papel en el futuro sudamericano", según habían indicado en su momento las autoridades libias. Otro hecho que permite comprender el apoyo que recibió Gadafi por parte de líder bolivariano ante el repudio del pueblo libio.
Por su parte, Muammar Gadafi es crítico hacia el futbol. Sostiene que quienes padecen futbolmanía y son adictos al juego, poseen mayor riesgo de desórdenes psicológicos y nerviosos. Además, tras manifestar públicamente su oposición a los campeonatos mundiales de fútbol, criticó duramente a la FIFA al calificarla como una organización internacional corrupta e indigna de respeto. Pero después se encargó de aclarar que Joseph Blatter, su presidente, no lo es.
Pero más allá de no considerar al fútbol como una prioridad desde lo deportivo, Gadafi vio en el fútbol un importante vehículo empresarial. Las entidades financieras libias como el Banco Central, el Banco Exterior y la Autoridad de Inversiones se vincularon en el pasado con los equipos italianos Juventus y Roma. Los vínculos empresariales entre Libia e Italia llevaron a que el premier italiano y propietario del Milán, Silvio Berlusconi, ofreciera, en 2008, la posibilidad de vender su equipo a Muammar Gadafi.
Saadi al Gadafi, a diferencia de lo que considera su padre, es un apasionado del fútbol y aprovechó el poder que ostenta para cumplir su objetivo de ser un jugador de primer nivel. El tercer hijo del líder, que al igual que su padre tiene el rango de teniente coronel, apoya al régimen y según en el periódico británico Financial Times es uno de los hombres que maneja el aparato de seguridad libio, buscó en el fútbol otra forma de demostrar lo que es capaz de conceder el poder económico.
“Quiero jugar para siempre porque está en mi corazón”, manifestaba Saadi al mismo tiempo que decía que le gustaría ser como Ronaldo.
Su carrera futbolística comenzó a los 27 años en el Al Ahly de Trípoli. Jugando de delantero disputó 74 partidos y marcó 3 goles. Luego siguió en el Al Ittihad en donde, además de futbolista, se desempeñó como presidente de la institución y capitán del equipo. Jugó 80 partidos y anotó 20 goles. También ocupó los cargos de presidente de la Federación de Fútbol de Libia, vicepresidente del Comité Olímpico - su hermano Mohammed es el presidente - y capitán de la selección nacional en donde jugó 18 partidos y convirtió 2 goles.
En una oportunidad fue lanzado al terreno de juego un burro portando la casaca 10 de Saadi para repudiar su gestión a cargo del futbol nacional. El suceso fue censurado y reprimido por el gobierno. De hecho, uno de los pocos espacios de protesta anti-Gadafi han sido los estadios de fútbol. En 1996 cincuenta seguidores del Ah Ahly de Trípoli fueron asesinados. Hacia el final del partido el Al Ittihad, el equipo propiedad de Saadi, anotó un gol cuestionable y el árbitro, intimidado por la figura del hijo del dictador, lo dio por bueno. Eso desató invasión de campo y cantos en contra del régimen, a lo que la guardia de Saadi respondió con balazos provocando una terrible estampida y dejando muchos cadáveres.
En el año 2000 intentó lograr su sueño deportivo: disputar la Copa de Campeones de Europa. Estuvo a punto de hacerlo pero no se produjo su fichaje al Birkirkara de Malta que jugó la fase previa de la competición.
En 2002 el clan Gadafi, a través de la compañía de inversiones extranjeras de Libia Lafico, se adueñó por 15,5 millones de euros del 7,5 por ciento de las acciones del club Juventus de Turín. Saadi entró en su Consejo de Administración y comenzó a tener injerencia en el plantel que dirigía Marcello Lipi. No llegó a debutar con el equipo pero participó en algunos entrenamientos junto a estrellas como Alessandro Del Piero, Lilian Thuram y Gianluigi Buffon.
En 2003, sorprendiendo al fútbol en general, fue fichado por el Perugia, de la Serie A italiana. Pero en el recuerdo no queda su participación futbolística sino su doping positivo por nandrolona sin haber disputado un solo partido. Sus influencias lograron levantar su sanción y después de estar más de treinta partidos en el banco de suplentes pudo jugar doce minutos con la casaca del Perugia en la temporada 2004/2005. El rival fue su Juventus.
En la temporada 2005-06 se unió a las filas del Udinese, que ese año jugó la Champions League. Pero Gadafi no entró en los planes del entrenador y tan sólo jugó diez minutos en la última jornada de la liga italiana frente al Cagliari. En la 2006/2007 el libio terminó su carrera en la Sampdoria - por su cercanía al empresario petrolero y dueño de la Sampdoria, Riccardo Garrone - en donde no jugó un solo partido y decidió abandonar el fútbol profesional.
Además de formar parte de una de las ligas más poderosas del mundo, Saadi al Gadafi, apoyado por su respaldo económico, se dio varios gustos deportivos: en 1999 contrató al atleta Ben Johnson para que lo prepare físicamente pensando en su salto al fútbol italiano, entre 1999 y 2000 hizo lo propio con el director técnico Carlos Bilardo y hasta se hizo cargo de los honorarios de Diego Maradona para que el “10” lo aconsejara futbolísticamente. En abril de 2003 le pagó 300 mil euros al Barcelona de Radomir Antic, Juan Román Riquelme y Javier Saviola para que su equipo, el Al Ittihad, disputará un partido en el Nou Camp. Meses después del partido frente al conjunto catalán el pueblo libio contó con la presencia del crack brasileño Ronaldo quien realizó un saque de honor, en un partido en Trípoli, por 500 mil dólares.
Pero los antojos futbolísticos de Saadi Al Gadafi no terminan ahí. En mayo de 2003 la selección argentina dirigida por Marcelo Bielsa disputó un partido amistoso frente a Libia en el estadio 11 de junio de Trípoli. El partido terminó 3 a 1 a favor de Argentina y uno de los tantos lo marcó el riocuartense Pablo César Aimar. Pero lo importante para la AFA y su presidente Julio Grondona no fue disputar un encuentro internacional frente a un conjunto sin trayectoria sino el millón de dólares que cobró para darle el gusto al hijo futbolista de Muammar Gadafi.
No hay comentarios:
Publicar un comentario