Investigaciones sociológicas comprueban que el deporte y la educación física están contemplados como actividades dirigidas a la educación de los internos de las unidades penitenciarias. Utilizado como una herramienta que les otorga a los internos valores para su autocontrol y mejores relaciones sociales, el deporte se constituye como uno de los principales aspectos educativos que se utiliza en las cárceles pensando en la inclusión y la inserción de los presos. Diferentes ejemplos a los largo del mundo posibilitan comprenderlo.
Se trata de la realización de una práctica deportiva basada en los valores actitudinales por encima del resto y con beneficiarios, que por una razón u otra, están excluidos temporalmente de la sociedad.
En su trabajo “Deporte y reeducación de conductas antisociales en prisión”, la española Joaquina Castillo Algarra establece que “la enseñanza deportiva es de suma importancia para los internos porque durante toda su vida han vivido rompiendo las reglas y con tendencias de autodestrucción. En el campo de juego ellos no pueden hacer esto y es una gran lección para ellos el aprenderlo. En el juego se arbitran y se autocontrolan”.
Para la doctora en Sociología del Deporte la actividad física “produce una mejora general y particular de la salud de los internos participantes, en la capacidad de relajación, para dormir, para perder peso y llevar una vida saludable. Mejora la autoconfianza y de sus relaciones sociales”. Y lo afirma diciendo que “permite poner en marcha los recursos físicos, psicológicos, psicosociales y psicoafectivos del individuo preso para potenciar su autodominio, mediante la adquisición de hábitos y reglas que éste puede aplicar después en su vida en el exterior de la prisión”.
En la Argentina existen diversos Servicios Penitenciarios que brindan a los internos programas en los que se utilizan al deporte como vehículo de integración e inserción social. Uno de los más avanzados es la Unidad Nº 9 del Servicio Penitenciario de La Plata que está trabajando desde hace varios años con actividades deportivas para los internos. Es así como nació el Club Fénix, un equipo de rugby fundado por los propios internos pensado por personas condenadas a prisión para la inserción de aquellos que quizás algún día obtengan la libertad. Forman parte del equipo cuarenta presos y cuatro guardiacárceles. Cuenta Ignacio Levy en la revista Un Caño que la ovalada estrategia de integración e inserción se propagó, desde la Plata hacia los penales de San Martín, Campana, Olmos, Florencia Varela, Magdalena y Batán.
En el mismo Servicio Penitenciario de La Plata, los ex árbitros Luis Olivetto y Luis Belatti dictan el curso de árbitro de fútbol para varios presos. Según el propio Olivetto “cumple una función social con dos patas: recreativa, para que se distraigan dentro del penal, y la inclusión en la sociedad”.
En la Unidad Penitenciaria Nº 6 de la ciudad de Río Cuarto son cientos los internos que habitan en celdas en donde se conjugan amargura y soledad. Asumen la sentencia firme de una equivocación y pagan el precio del error. Pero a la vez conviven con la esperanza de corregir su pasado, de volver a empezar y aprovechar una nueva oportunidad para arrancar de nuevo.
En la centenaria cárcel, que fue construida para alojar a 146 internos pero registra una considerable superpoblación con más de 400, enmarcado en el trabajo educativo que se realiza dentro del penal, también se utiliza al deporte con fines sociales de integración. La práctica deportiva, como toda actividad humana, se construye dentro del marco de las relaciones sociales de los individuos tal como lo expresa el sociólogo Xavier Medina al manifestar que “el fenómeno deportivo está estrechamente vinculado a la realidad social y cultural, hasta el punto que se transforma con ella”.
En la Unidad Penitenciaria Nº 6 el fútbol es el deporte predilecto de los internos que lo practican de manera recreativa. “Practicado bajo circunstancias peculiares las propiedades del juego posibilitan que cualquier protagonista que realmente se introduzca en su esencia se olvide del entorno serio de su vida cotidiana”. La reflexión de Pere Lavega en su trabajo “La dimensión psicológica del juego” permite percibir la importancia del juego en ciertos contextos.
Es lo que sucede en la Unidad Penitenciaria Nº 6 de Río Cuarto en donde los internos, en la cancha que se emplaza en el patio del penal, juegan al fútbol en las clases que todos los días, menos los miércoles, les dicta Carlos Domínguez a través de un programa impulsado por Fundemur.
“Además de darles clases de fútbol uno trata de tener el mayor contacto social posible. Por eso, hablo con ellos y trato de aconsejarlos en lo que más pueda”, explica Domínguez cuando cuenta sobre el trabajo que realiza desde hace unos años en la cárcel riocuartense. Y manifiesta “que además de jugar al fútbol se comparten lindos momentos con los internos”. “Me genera una gran satisfacción verlos afuera encaminados en la vida y lo que más me gratifica es que muchos a través del agradecimiento reconocen lo que uno trató de hacer por ellos”, finaliza el profesor que concibe al fútbol como un factor clave de socialización.
Pero en la cárcel riocuartense también se dictan clases de ajedrez. A mediados de 2009, luego de una propuesta del área de educación que funciona en el establecimiento, surgió la iniciativa de incorporar un taller del deporte ciencia. El proyecto fue inmediatamente solicitado a las autoridades de Fundemur quienes encomendaron al maestro Leandro Tobares para que les enseñe ajedrez a los internos.
Las actividades desarrolladas por Tobares implican torneos internos generales y la visita de jugadores externos que juegan con ellos. “Desde el momento en que realiza una actividad diferente como el ajedrez y que pueda competir con alguien de afuera, el interno se siente más integrado y la vez más libre dentro de la cárcel”, cuenta Tobares.
La utilización del ajedrez en la cárcel es una cuestión global y es en España en donde se ha desarrollado con mucho éxito. Desde hace años lo utiliza como terapia rehabilitadora en una prisión de Almería (El éxito de la experiencia llevó al club de la prisión a organizar en las dependencias penitenciarias el IV Torneo Internacional de Almería, en el que participaron grandes maestros españoles. Disputar un torneo internacional de ajedrez profesional en el interior de una cárcel es quizá un caso único en el mundo).
Estudios relacionados con la temática indican que después de haber aprendido a jugar al ajedrez los internos resaltan que es la paciencia uno de los aspectos que ellos podrían aplicar en la vida diaria. Además, destacan la planificación y la necesidad de pensar dos veces antes de actuar.
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