martes, 7 de agosto de 2012

Fútbol, violencia S.A


“Los números son las vísceras de la sociedad”, escribió Raúl Scalabrini Ortiz en su libro “Política británica en el Río de la Plata”. Los números no mienten.  Fríos y distantes, con su radiografía existencial que muchas veces molesta, son los encargados de reflejar con claridad una situación. Es su precisión la que permite entender ciertos sucesos y la mayoría de las veces traducen lo que muchos prefieren omitir. Pero, a pesar de la desdicha de los que quieren evitarlos, siempre manifestarán la realidad.
Es lo que sucede con la violencia en el fútbol argentino. Son los números, con sus impactantes cifras, los que reflejan un flagelo que se reproduce: 269 muertos se registran en el fútbol argentino desde 1924, fecha del primer deceso registrado; 168 de esas muertes se produjeron durante el mandato de Julio Humberto Grondona en la Asociación del Fútbol Argentino, quien gobierna en la sede de Viamonte 1366 desde el 6 de abril de 1979; alrededor del 50% del total de fallecimientos ha tenido lugar desde el año 1990, época en la que se consolidó el poder de las barras bravas; una de cada tres de esas muertes se produjeron fuera de los estadios e incluso durante la semana y en lo que va del 2012 se han registrado diez víctimas fatales.
Fútbol, violencia S.A es la consigna utilizada por la ONG Salvemos al Fútbol para trazar la industria basada en el negocio del fútbol y todos sus correlatos, entre ellos el incremento de la violencia en los estadios. Es ese lema en el que mejor retrata a la problemática que se profundiza con el correr de los años y en el documental realizado por Pablo Tesoriere, denominado justamente Fútbol, violencia S.A, es en donde se visibiliza claramente que detrás de la pasión popular que despierta el fútbol se esconden fuertes intereses que atraviesan a diversos actores sociales.
Mientras el fútbol argentino se ve manchado e infectado por la violencia que perpetra el negocio de los barras bravas sostenidos por las cúpulas directivas de las instituciones futbolísticas, Mónica Nizzardo y el ex juez Mariano Berges, junto a un importante número de voluntarios que colaboran con Salvemos al Fútbol, y Liliana García, presidenta de Familiares Víctimas del Fútbol Argentino (FAVIFA) y madre de Daniel, un joven asesinado el 11 de julio de 1995 por barras de Morón y Tigre durante la Copa América de Uruguay, crimen que continúa impune como tantos otros, luchan para erradicar la impunidad, la corrupción y la violencia en el fútbol.
Un oasis en medio de un perverso sistema que abarca políticos, funcionarios, jueces, sindicalistas, policías, dirigentes de clubes y la propia AFA. Pero mientras ellos apuestan por un cambio profundo en el sistema futbolístico argentino, las políticas de Estado brillan por su ausencia.
“La violencia en el fútbol tiene múltiples determinaciones e involucra a una pluralidad de responsables e intereses. Pero no hay solución posible si se pretende abordar la violencia en el fútbol únicamente como un problema policial, sin tener en cuenta al resto de los factores involucrados”, manifestó Nilda Garré, Ministra de Seguridad de la Nación. A la vez que aclaró que “algunos dirigentes perdieron capacidad de conducir sus clubes. Otros, dirigentes y futbolistas también, se fotografían con los barras de manera desafiante, mostrando la promiscuidad con esos violentos”.
Por su parte, la Presidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner, en la presentación del nuevo sistema de seguridad electrónico que se pondrá en marcha en los estadios, manifestó que “si al tema de la violencia lo circunscribimos únicamente a algunos grupitos vamos a equivocarnos y no vamos a darle una verdadera respuesta al problema, que tiene que ver más con cosas que pasan fuera de la cancha, que son las más graves y no adentro". A la vez que remarcó: "Últimamente se recargó mucho el tema de violencia en el fútbol, barrabravas e hinchadas y creo que en algunos casos fue con alguna intencionalidad política. Con este sistema estamos incorporando un elemento más a la seguridad en el fútbol, que es la responsabilidad de los clubes”.
A esta altura de las circunstancias está más que claro que, salvo excepciones bien marcadas, en el fútbol argentino no hay dirigentes que luchen contra la violencia en el fútbol. Con Julio Grondona a la cabeza, los encargados de manejarlo miran hacia otro lado cuando de erradicar la violencia se trata.
Pero también otros sectores actúan en complicidad con los violentos. Los organismos de seguridad (Policía, COPROSEDE) y justicia no actúan como corresponde. La impunidad sigue reinando y las políticas de Estado brillan por su ausencia. La nula actuación ante los aprietes por parte de la barra de Independiente a su presidente Javier Cantero y la absolución de Rafael Di Zeo, junto a otros catorce barras de Boca Juniors, del juicio por asociación ilícita ponen de manifiesto la complicidad con la que se actúa.
“Un brote entre las piedras” fue el título con el que encabezó su artículo el periodista Gustavo Veiga al referirse a Javier Cantero. Desde el inicio de su gestión, el presidente de Independiente ha optado por hacerle frente a los barras bravas que han crecido gracias connivencias de las anteriores administraciones. Un brote de esperanza que renace y le hace frente al espurio sistema dominado por los violentos que se benefician con los usufructos que les otorga el negocio del fútbol.  
Cantero, cofundador de la agrupación Independiente Místico en 2008, dijo antes de las elecciones que lo proclamaron vencedor en diciembre de 2011 que “hace falta convicción y actitud para erradicar a la barra y la vamos a tener porque nuestro objetivo es cuidar al hincha verdadero”. A siete meses de su arribo a la entidad de Avellaneda encabeza una cruzada que ha producido una importante repercusión social, aunque lamentablemente, por el momento, no ha surtido efecto en los otros dirigentes futbolísticos. Sin embargo, la aparición de Javier Cantero en la estructura del fútbol argentino demuestra que no todo está perdido.

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