En los Juegos
Olímpicos Melbourne 1956, la delegación argentina iba a sentir el impacto de la
intervención política y militar en la actividad deportiva. La Revolución
Libertadora (bien llamada Fusiladora
por el periodista e historiador tucumano José Luis Torres), a través de la
nefasta Comisión Investigadora de Irregularidades Deportivas Nº
49, dejó afuera de los Juegos a una brillante camada de deportistas por haber
cometido el delito de proclamarse peronistas.
La delegación
presentó sólo 28 deportistas y la actuación fue paupérrima con la obtención de
apenas dos medallas, una de plata y una de bronce. Fue el prólogo de esa negra
etapa denominada por Alfredo Aguirre genocidio
deportivo, proceso que hasta el día de hoy propina sus secuelas.
El remero Eduardo
Guerrero, ganador de la medalla dorada en Helsinky 1952, y el fondista Osvaldo
Suárez, triple ganador de la maratón de San Silvestre en los años siguientes
(1958, 59 y 60) se vieron imposibilitados de competir en suelo australiano.
El que no se vio
inhabilitado para participar fue el jinete Naldo Miguel Dasso quien junto al
equipo de salto obtuvo una mención especial por terminar en el cuarto lugar.
Una gran investigación del periodista Gustavo Veiga en Página 12 permite conocer que Dasso fue un militar que reprimió y
secuestro personas en Entre Ríos durante la última dictadura militar. Hoy se lo juzga por crímenes de lesa
humanidad, ya que se le imputan tres desapariciones, en dos causas diferentes.
Pero a pesar de estos
infortunios sucesos y la escasa obtención de medallas, para Río Cuarto
Melbourne 1956 siempre permanecerá en el recuerdo porque el boxeador Víctor
Zalazar obtuvo la medalla de bronce en la categoría medianos.
En su recorrido
consagratorio Zalazar enfrentó a pugilistas europeos. En primera ronda venció
por puntos al sueco Stig Karl Olof Sjölin y del mismo modo le ganó en cuartos
de final al alemán Dieter Wemhöner.
En semifinales el
soviético Giennadij Szatkow, quien a la postre sería el ganador de la medalla
de oro, derrotó a Zalazar por nocaut en el segundo round, debido a lo cual éste
último compartió la medalla de bronce con el francés Gilbert Chapron, el otro
semifinalista derrotado.
Roma 1960 encontró al
mundo con la Guerra Fría en su máximo esplendor. Durante trece días Estados
Unidos y la Unión Soviética trasladaron su enfrentamiento político y comercial
al ámbito deportivo. En esos Juegos Olímpicos la URSS volvió a demostrar su
potencial y terminó en el primer lugar del medallero.
La delegación argentina
presentó 91 deportistas, con la particularidad de que todos fueron varones. El
equipo olímpico obtuvo dos medallas, una de plata y otra de bronce. En el
medallero general ocupó la posición vigesimoséptima sobre ochenta y tres países
participantes
Río Cuarto tuvo
presencia en suelo italiano con el nadador Fernando Fanjul. Nacido en Buenos
Aires pero riocuartense por adopción, Fanjul formó parte del equipo de natación
junto a Pedro Diz y el inolvidable Luis Alberto Nicolao.
Con dos Campeonatos
Sudamericanos bajo el brazo, Fanjul realizó su presentación olímpica en los 200
metros mariposa. Fue tercero en la quinta serie de eliminatorias sin poder
acceder a la semifinal. Su tiempo fue de 2:25.2.
En su carrera
deportiva Fanjul posee una enorme cantidad de consagraciones pero uno de sus
logros más trascendentales es haber sido el inspirador del nadador más
importante que dio la Argentina: Luis Alberto Nicolao.
El propio Nicolao se
encarga de contar la sorprendente historia: “Todo el primer año que me llevaron
al club jamás me tiré a la pileta. Me escapaba, cuando llegaba al primer lugar
de la fila, bajaba las escaleras y volvía al último y así hasta que terminaba
la clase. Le tenía terror al agua. Hasta que un día presencié una competencia y
vi nadar a Fernando Fanjul, un tipo chiquito pero muy veloz, un extraordinario
deportista que fue muchas veces campeón sudamericano. Se ve que algo me atrapó
y a partir de ese momento me propuse ser como él”1.
Son muchos los
especialistas del deporte olímpico que coinciden en afirmar que los Juegos
Olímpicos de Méjico 1968 fueron los más asombrosos de la historia. En la ciudad
situada a 2.600 metros sobre el nivel del mar, generando condiciones favorables
para ciertas especialidades, varios atletas lograrían establecer plusmarcas
inolvidables.
Fueron los Juegos de
Bob Beamon, Tommie Smith, Lee Evans, John Carlos, Dick Fosbury, Charlie Green,
Larry James y otros tantos deportistas que hicieron historia en suelo azteca.
Pero, más allá de las hazañas deportivas, Méjico fue el escenario de uno de los
momentos más sorprendentes que se suscitó en un evento deportivo: el movimiento
Black Power.
Los Juegos se
inauguraron con un inmenso dolor y manchados con sangre porque el pueblo
mejicano había sido atravesado por la denominada La Matanza de Tlatelolco, en donde el 2 de octubre de 1968
militares reprimieron y asesinaron a cientos de estudiantes que se manifestaban
en la Plaza de Tlatelolco.
El 12 de octubre se
abría el telón de los Juegos Olímpicos y en ellos iba a emerger un grupo de
deportistas que iban a dignificar y reivindicar a los atletas negros
estadounidenses. Encabezados por Tommie Smith y John Carlos, miembros del
Proyecto Olímpico Pro Derechos Humanos, los atletas le mostraron al mundo sus
protestas contra la segregación racial en su país.
En el podio de
ceremonia de entrega de medallas de la carrera de 200 metros, Smith y Carlos
levantaron sus puños enfundados con guantes negros y humillaron sus cabezas
mientras sonaba el himno nacional estadounidense. En el palco los reaccionarios
dirigentes del Comité Olímpico Internacional (COI), presidido por el
estadounidense filonazi Avery Brundage, recibieron el gesto como una inmensa
provocación. A la mañana siguiente, Smith y Carlos fueron expulsados de la
Villa Olímpica. Pero su mensaje se transformó en eterno.
Sin saber que el
destino deportivo lo ubicaría en ése lugar, el boxeador riocuartense Ángel
“Tito” Pereyra formó parte de los Juegos Olímpicos que inmortalizaron a Tommie
Smith y John Carlos. El pugilista formó
parte del combinado de boxeo en el que se encontraba, entre otros, Víctor
Galíndez.
Combatió en la
categoría supermosca y terminó en el puesto decimosegundo. Venció en el combate
de la primera ronda preliminar al australiano Robert Carney y perdió en la
segunda ronda preliminar ante el japonés Tetsuaki Nakamura. Tenía apenas 19
años cuando representó al país en territorio mejicano.
Nota:
1- “Como pez en el
agua” (Nota publicada en www.toledocontodos.com)
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